Retomo mi visita al Museo de Bellas Artes de Álava para centrarme en la figura de uno de los artistas alaveses más importantes y además muy bien representado en esta pinacoteca. Estoy hablando de Ignacio Díaz Olano.
Su obra es de una exquisita ejecución, con un minucioso control del dibujo y de la forma que unas veces se acerca al clasicismo y otras se aleja de este coqueteando con conceptos más impresionistas de la pintura.
Junto con el dibujo, la luz es el otro elemento fundamental en su pintura. Díaz Olano es un artista capaz de captar el instante lumínico en cada una de las escenas que representa en sus obras. Las expuestas en el Museo son una buena muestra de ello.
Ignacio Díaz Olano, vitoriano, vivió entre 1860 y 1937. Su formación como artista la comenzó en la actual Escuela de Artes y Oficios de Vitoria y la continuó en Barcelona, también residió durante un tiempo en Roma donde amplió su formación artística gracias al mecenazgo de Felipe de Arrieta.
Toda su vida compaginó su carrera artística con la docencia en Vitoria, ejerciéndola en un primer momento en su estudio del nº 9 de la calle Florida, y posteriormente como profesor de la Escuela de Artes y Oficios y como docente de Segunda Enseñanza y del Instituto General y Técnico de Vitoria. Por sus manos pasaron gran número de los artistas alaveses que posteriormente tuvieron relevancia, hablamos de Fernando de Amárica, José Luís Gonzalo Bilbao, Aurelio Vera Fajardo y Jesús Apellániz entre otros.
Entre otras obras magníficas del artista que podemos disfrutar en el Museo quiero destacar algunas que a mí me han cautivado.
“Las planchadoras” galardonada con medalla de tercera clase Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid en 1895 es un ejercicio extraordinario de trabajo con blanco en todos sus matices. Unas mujeres vestidas todas ellas de blanco, dentro de una habitación del mismo color están planchando o doblando ropa también blanca. Blancos en luz, blancos en sombra, blancos cálidos, fríos, blancos que transparentan la luz, blancos lisos, blancos arrugados, Díaz Olano nos muestra todo un compendio de blancos y grises que nos dejan boquiabiertos. Prácticamente no hay zona en el cuadro que no tenga cierta cantidad de blanco, pero siempre en su justa medida para hacer de esta imagen cotidiana y costumbrista en una pintura exquisita.
“El Ángelus” es la obra que más reclama la atención del visitante según te acercas a la sala donde se exponen las pinturas de Díaz Olano, preside de alguna manera el espacio. Es una obra monumental que refleja el momento del Ángelus en el que justo al mediodía los aldeanos paralizaban sus labores agrícolas para el rezo. Otra escena costumbrista que refleja fielmente una época, con su manera de trabajar la tierra, de vestir y de comportarse. Me gusta el tratamiento anatómico de los bueyes y el peso que tienen dentro de la obra, son prácticamente los protagonistas de la misma. Nuevamente el tratamiento de la luz es exquisito mostrándonos sol del mediodía sobre los aldeanos y los animales. El tratamiento de los planos en la obra también es un aspecto a destacar. Vemos perfectamente representados a la distancia correcta todos los elementos que aparecen en la obra desde el primer plano con los bueyes, la tierra y el aldeano hasta el Amboto que se distingue al fondo a muchos kilómetros de distancia. Es 1901 “El Ángelus” fue premiado con medalla segunda clase en Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid. Es una excelente oportunidad de asomarnos visualmente a la Álava rural de comienzos del siglo pasado.
“Vuelta de la romería” recibió la condecoración de Comendador de la Orden Civil de Alfonso XII en 1904. Es una escena de gran formato. En un primer momento las dos mujeres de la derecha requieren de nuestra atención, son las más iluminadas y definidas. A partir de ahí nos metemos en una fiesta de danzantes que a última hora de la tarde vienen de celebrar la romería. El cuadro es un fiel reflejo de como nuestros antepasados vestían y celebraban una fiesta hace más de un siglo, un estupendo estudio etnográfico. La composición desborda movimiento y profundidad, casi escuchamos la música de los txistus. El tratamiento de las figuras en lejanía y su resolución pictórica es todo un ejemplo de síntesis de luz y sombra. Exquisito.
"El restaurante” pintado en 1897 es un cuadro bellísimo y de una gran dureza a la vez. Varios primeros planos que bien podrían ser cuadros por si mismos desbordan de belleza, delicadeza, colorido y elegancia, y contrastan con el plano del fondo donde casi fantasmagóricamente se asoman dos figuras, una mujer y una niña ajenas a todo ese esplendor y abundancia. En el interior del restaurante conversan dos mujeres de la alta sociedad sobre una mesa repleta de lujosa vajilla. La mesa es un bodegón, un cuadro en sí mismo. A la izquierda vemos un ramo de flores con un tratamiento muy suelto y unas pinceladas contundentes, muy colorista y con una ejecución que se acerca al impresionismo. En otra mesa otro refinado cliente lee el periódico mientras espera la comida. Todavía dentro del restaurante un perro de una ejecución rapidísima mira directamente al espectador y parece que nos cuestiona. Justo encima del perro, separados unos centímetros por un cristal todo cambia radicalmente. Los colores se agrisan, la luminosidad desaparece casi por completo, la alegría ha desaparecido de los rostros de las dos protagonistas, incluso adivinamos el hambre en una de ellas. Un cuadro magnífico técnicamente, con mucho contenido y que nos tramite los dos mundos tan diferentes que conviven tan cerca y tan lejos a la vez. Esa ventana es una frontera transparente.
Acompañan este artículo imágenes de algunas obras obtenidas de la web del Museo de Bellas Artes de Álava (https://arteederrenmuseoa.eus/es/inicio) y fotografías tomadas por mí en la visita.
Te invito a ver este interesante video para ampliar información sobre Díaz Olano https://vimeo.com/480268778